miércoles, 25 de julio de 2018

2. ESTAS SON "MIS MONTAÑAS"





Por aquí se va a mi pueblo




... pero antes de salir de este paraje...

rate un momento a escuchar   la MÚSICA del agua
en el desfiladero....



Y al salir de la última curva  SE ABRE EL VALLE...



😃¡ESTO ES PRIORO!😊




                                                                                                             
                                                               





Y esta es la torre de la iglesia recién restaurada


Bueno, otro día MÁS...

1. TODO ES MÚSICA


Pitágoras, el del teorema de la hipotenusa y los catetos… sí, el mismo, estaba convencido de que el mundo es Música, porque la música es Número, y los números son las Cosas. «El Cosmos es una sublime lira de siete cuerdas», decía. Los siete planetas, al describir sus órbitas en armonía de masa y número, emiten sonidos en armonía: las notas musicales, que crean "la armonía de las esferas". Esta música armoniosa no la podemos oír los humanos porque desde nuestro nacimiento estamos inmersos en ella.
Vinieron luego los platónicos, con sus teorías transcendentales sobre música, más tarde los aristotélicos con su idea de música-oficio-ejercicio práctico… Sería una frivolidad tratar de despachar estas teorías complejas y profundas, con cuatro palabras, porque entonces les haríamos decir lo que nosotros queremos y no lo que realmente ellos dijeron…

Aquella concepción 'cósmica' de la MÚSICA se mantuvo a lo largo de la E. Media y la asumieron los humanistas del Renacimiento. Así se explicaba León Hebreo (1465-1521): "Pitágoras decía que, moviéndose los cuerpos celestiales, engendran excelentes voces, correspondientes una con otra en consonancia armónica. La cual música celestial, decía ser causa de la sustentación de todo el Universo en su peso, en su número y en su medida. Señalaba a cada orbe y a cada planeta su tono y su voz propia, y declaraba la armonía que resultaba de todos".
Estos renacentistas salían de una Edad Media que tachaban de oscurantista (realmente no lo había sido), y entraban en la era de los inventos (brújula, astrolabio, imprenta…). Y otro célebre humanista, Tomasso Campanella (1568-1639) soñaba: "Para dentro de poco, esperan inventar instrumentos de óptica con los que descubrir nuevas estrellas, e instrumentos acústicos por medio de los cuales se escuchará la música celestial".

Efectivamente, inventaron el telescopio y consiguieron ver nuevas estrellas, pero, la "música de las esferas"… todavía no la hemos alcanzado a escuchar. ¿O sí?. Porque Fr. Luis de León (1528-1591) la llegó a atisbar a través de "la música estremada" que salía de las manos del organista Salinas: El aire se serena / y viste de hermosura y luz no usada, / Salinas, cuando suena / la música estremada / por vuestra sabia mano gobernada". Y continuaba así:
Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es de todas la primera".

Poco a poco los poetas fueron renunciando a aquella sublime aspiración de las músicas celestes y nos animaron a escuchar músicas más cercanas: los rumores de la naturaleza… y sus silencios, que también son música. En la soledad de un paraje paradisíaco a orillas del Tajo, en una clama apenas perturbada, remataba así Garcilaso su égloga III: "… en el silencio solo se escuchaba / un susurro de abejas que sonaba".
Y el Místico de Ávila, vagando por soledades de "valles solitarios nemorosos", se recreaba con "los ríos sonorosos, y el silbo de los aires amorosos"; y en medio de "la noche sosegada / en pos de los levantes de la aurora" se extasiaba con "la música callada, / la soledad sonora", y la supo reflejar en magistrales versos musicales.

Fueron muchos los músicos que se acercaron a escuchar los sonidos de la naturaleza, una escucha que alimentó su inspiración para obras sublimes: La Pastoral de Beethoven, Escenas del bosque de Schumann, Lo que se oyen en la montaña de Liszt, y tantas y tantas otras…
El mundo que nos rodea está lleno de estímulos sonoros capaces de alimentar la fantasía, estimular ánimo, levantar el espíritu: gorjeos de pájaros, quejidos del viento, estrépitos de cascadas, chasquidos de piedras… ¿De piedras? Sí, sí.
En nuestro caminar por la montaña una piedra sale despedida pendiente abajo y va chocando con otras piedras. ¡Sorpresa! ¡Esta piedra produce un sonido afinado! Esta mínima experiencia dispara nuestra curiosidad, y comenzamos una búsqueda afanosa de piedras "afinadas". Ocupación fantasiosa e inútil, pero fascinante, esa de ir buscando piedras biensonantes. ¡Hay muchas más! ¡en tonos diferentes…! ¿será posible formar una escala? Hay que buscar, comparar, desechar, escoger las que mejor suenan… hasta formar una escala, o dos, con sus alteraciones incluso...


Ya tenemos montado un modesto LITOFONO, y aunque no podamos escuchar (de momento) la "música de las esferas", nos consolamos escuchando la música que nos ha regalado la naturaleza con unas simples piedras.




2. ESTAS SON "MIS MONTAÑAS"

Por aquí se va a mi pueblo . .. pero  antes  de salir de este paraje... pá rate un momento a escuchar     la MÚSICA del agua en...